A lo largo de cinco intensos años, Miriam Sempere ha forjado un vínculo entrañable con O Guardes, una pequeña aldea situada en el corazón del Baixo Miño. Esta conexión, nacida del día a día compartido con la comunidad, ha crecido hasta convertirse en una parte fundamental de su identidad. En una reciente reflexión, Sempere compartió cómo esta experiencia ha supuesto un punto de inflexión en su vida, marcando un antes y un después tanto en el plano profesional como en el personal. Las vivencias acumuladas, los lazos humanos construidos y los desafíos enfrentados durante este periodo han dejado una huella profunda e imborrable en su memoria.
Aunque hoy dirige su mirada hacia nuevos horizontes y proyectos, reconoce que despedirse de esta etapa no es tarea sencilla. “Hay momentos y personas que se quedan contigo para siempre”, confiesa con emoción. Y es que cada amanecer entre viñedos, cada historia compartida en una cocina o bajo un alpendre, ha contribuido a formar un entramado de recuerdos entrañables. Mención especial merece, para Miriam, la calidez y cercanía de la gente local, cuya generosidad, sencillez y autenticidad convirtieron este rincón gallego en mucho más que un lugar de paso: se transformó en su segundo hogar.

Para Sempere, estos años vividos no fueron simplemente parte de un empleo, sino una auténtica escuela de vida. Aprendió a mirar el mundo desde otra perspectiva, valorando profundamente la belleza de lo sencillo, el peso de las tradiciones rurales y la capacidad de adaptación ante lo inesperado. Cada jornada trajo consigo enseñanzas que exceden cualquier currículo formal. En particular, subraya la importancia de preservar la identidad cultural de territorios como el Baixo Miño, donde la historia se respira en cada piedra, en cada rito, en cada acento.
Además del componente humano, el entorno natural jugó un papel esencial en su vivencia. Los verdes paisajes, el ritmo tranquilo del campo y la presencia serena del río Miño le ofrecieron una fuente constante de inspiración, equilibrio y reflexión. La naturaleza no solo acompañó su rutina, sino que se convirtió en un refugio íntimo y en una maestra silenciosa que le enseñó a observar, a esperar, a comprender los ciclos de la vida.
En sus palabras se percibe que este capítulo no concluye con una despedida definitiva, sino con un profundo agradecimiento. “Nunca olvidaré lo vivido aquí”, repite con convicción, asegurando que llevará consigo cada lección, cada gesto de cariño, cada rincón recorrido. Para los vecinos de O Guardes, Miriam Sempere ya es parte de ese tejido invisible que conforma el alma de la aldea, esa red de historias compartidas que, generación tras generación, definen la esencia de un lugar donde el tiempo parece transcurrir entre siglos de tradición y momentos efímeros cargados de significado.